La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina | una novela de Stieg Larsson

Hace un par de semanas leí La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Flickan som lekte med elden. Millenium 2), de Stieg Larsson, traducida por Martin Lexell y Juan José Ortega Román en 2008 para la editorial Destino, que la publicó dentro de su colección Áncora y Delfín y que se puede coger prestado en la biblioteca de Sanlúcar la Mayor después de apuntarte a una lista de espera. Debería haber escrito antes sobre ella en mi bitácora, pero es tan mala que me ha costado mucho encontrar las ganas y el tiempo necesarios para comentarla, aunque sólo sea para decir que es tan mala que preferiría leer alguna novela de Almudena Grandes antes que releer el segundo volumen de la trilogía Millenium.

Lo único bueno de este volumen es que se puede prescindir sin demasiados problemas de las primeras seiscientas páginas, en las que se únicamente se dan vueltas y más vueltas alrededor de un triple asesinato del que acusan erróneamente a la protagonista del libro y de cómo es buscada por la policía, por lo malos de la novela y por el otro protagonista de la novela, e ir directamente a las últimas ciento cincuenta páginas, en las que se resume lo ocurrido anteriormente varias veces y nada finaliza, pues tras los incidentes que ocupan esas páginas y que sólo se me ocurre tachar como un remedo digno del peor guionista de televisión de la peor serie de televisión del mundo que toma prestados algunos elementos clásicos de algunas de las mejores novelas protagonizadas por Hannibal Lecter y Tom Ripley, y los envilece con su mala y aburrida prosa.

Supongo que en el tercer y último volumen de la serie el señor Larsson contará por qué su protagonista aún estaba viva en la última página de la novela, y lo que sucede con el gigante rubio, los motoristas, los tratantes de blancas, los pedófilos, los maltratadores, los espías y demás personajes increíbles de cuyos destinos finales la novela se olvida.

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