Kafka en la orilla (III)

portada de Kafka en la orilla

Kafka en la orilla

Kafka Tomura se hace amigo de Ôshima, un joven bibliotecario que trabaj en la biblioteca donde el adolescente pasa la mayor parte del día leyendo en su sala de lecturas. Ôshima, que más adelante se revela como un tipo muy singular , sabe que se ha escapado de casa y que sólo tiene quince años, pero no informa a las autoridades (aún no puedo creer la actitud pasiva de Tomura cuando Ôshima le dice que mientras le consigue trabajo en la biblioteca le va a proporcionar un lugar en el que vivir, y este lugar resulta ser una cabaña de leñadores perdida en medio del bosque en una montaña perdida en mitad de la nada, con lo pesadita que se pone al principio la novela tratando el tema de los peligros a los que Tamura puede enfrentarse en su fuga y en la desconfianza que siente ante todo el mundo). Un día se acerca al chico mientras está comiendo en el jardín de la biblioteca, le ofrece la mitad de los bocadillos que él mismo se ha preparado para comer y charlan de varias cosas.

Ôshima pregunta al adolescente qué está leyendo. Sabemos que el primer libro que leyó en la biblioteca fue Las mil y una noches, edición Burton (a Borges le gustaba mucho citar esta edición en sus obras a la más mínima oportunidad), y nos enteramos de que está leyendo las obras completas de un escritor japonés llamado Natsume Sôseki:

-Estoy leyendo una antología de Natsume Sóseki -digo-. Me quedaban algunas de sus obras por leer, y como ahora tengo la ocasión, he ‘decidido leérmelas todas de corrido.

-¿Tanto te gusta Natsume Sóseki como para leerte entera toda su obra?

Asiento.

De la taza que Oshima sostiene en la mano se alza un vapor blanco. El cielo sigue cubierto de nubarrones negros, pero ha dejado de llover.

—¿Qué has leído desde que estás aquí?

—Ahora estoy con Gubijinsó, y acabo de leer El minero.

—¿El minero? —preguntó Oshima como si hurgara en la memoria—. ¿Es la que va de un estudiante universitario de Tokio que, no sé por qué razón, empieza a trabajar en una mina, sufre un montón de experiencias durísimas allí abajo y, al final, regresa al mundo exterior? Es ésa, ¿verdad? Una novela no muy larga. La leí hace muchísimo tiempo. La temática no es muy propia de Natsume Sóseki, el estilo es poco depurado y, por lo general, se la considera una de las obras más flojas de Sóseki… ¿Qué le encuentras tú de particular?

Intento traducir en palabras mis impresiones sobre la obra. Pero para ello necesito la ayuda del joven llamado Cuervo. Éste aparece salido de alguna parte, con sus grandes alas desplegadas, y busca las palabras por mí. Yo hablo:

—El protagonista es el hijo de una familia adinerada. A causa de una desgraciada historia de amor empieza a detestar todo lo que le rodea y se escapa de casa. Va andando sin rumbo y se encuentra a un tipo sospechoso que le propone trabajar en una mina y él lo sigue sin pensárselo dos veces. Y acaba en las minas de cobre de Ashio. Allí, en las entrañas de la tierra, pasa por unas experiencias que él antes ni siquiera habría podido imaginar. Es la historia de un señorito incauto que se ve arrastrado hasta los estratos más bajos de la sociedad.

Mientras tomo otro trago de leche, busco las palabras para proseguir. El joven llamado Cuervo tarda un poco en volver. Pero Oshima espera paciente.

—Unas vivencias de vida o muerte. Logra escapar de allí y regresa al mundo de la superficie. Pero si el protagonista ha aprendido algo de sus experiencias, o si a raíz de ellas su modo de vida ha cambia¬do, o si ha reflexionado sobre la vida humana, o si se ha cuestionado algún aspecto de la sociedad, de todo eso nada queda recogido en el libro. Tampoco da la sensación de que él haya madurado. Y, al acabar de leerlo, te quedas con una sensación extraña. Con un «¿y qué diablos querrá decir esta novela?». Pero ¿sabes?, ¿cómo te lo diría?, ese «no sé adónde quiere ir a parar» se te queda grabado en la mente. Es extraño. ¡Ay, no sé! No sé explicarme mejor.

—Lo que tú quieres decir es que El minero no es una obra pedagógica moderna como puede serlo Sanshiró, ¿verdad?

—No sé. Todo esto es muy complicado. Pero quizá tengas razón. Sanshiró va haciéndose un hombre a lo largo del relato. Se da de cabeza contra la pared, reflexiona seriamente sobre ello, intenta superarse a sí mismo. Pero el protagonista de El minero es muy distinto. Él se limita a contemplar de forma pasiva lo que se le pone delante, lo acepta tal como viene. Alguna impresión sí que le queda, claro, pero ninguna remarcable. Lo que lo reconcome de verdad es su historia de amor. Y, al menos en apariencia, sale al exterior en un estado casi idéntico al que tenía al entrar en el agujero. O sea, que él ni ha juzgado nada ni ha elegido nada. Es, ¿cómo te diría?, un ser terriblemente pasivo. Pero lo que yo me pregunto es si en verdad le es tan fácil al ser humano poder elegir algo por sí mismo.

—¿Entonces crees que te pareces al protagonista de El minero? Sacudo la cabeza en ademán negativo.

—No. Eso ni siquiera se me ha pasado por la cabeza.

—Pero el ser humano necesita vivir aferrado a algo —dice Oshima—. Es inevitable. Tú mismo debes de hacerlo sin darte cuenta. Tal como dice Goethe: «Todas las cosas de este mundo son una metáfora».

Como la literatura japonesa no está entre los temas que más frecuento y conozco, tuve que investigar un poco en internet para saber si Natsuke Sôseki era un escritor real porque la crítica literaria que la voz invisible que Tomura escucha a veces le sopla al oído es aplicable a las novelas de Murakami que he leído. El autor nos ofrece otra clave para comprender mejor su novela, decide cogernos otra vez de la mano y mostrar el camino a los lectores, decirles mira, tal vez sea algo aparentemente complicado de entender, pero aquí tienes una pista de lo que estoy intentando contar de un modo complejo.

Odio que Murakami haga siempre estas cosas.

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